15 mayo, 2017

¿Quién no quiere su paz?

Hay locos al sol
tostados en la memoria
porque temprano se acuerdan
de la vejez que aqueja.
Sino un día, establo por establo,
cuna por cuna
y los padres sacrificando hasta su sol

pero nunca su luna....


Hay locos con los pies en la tierra,
tumbados sobre la arena,

¡qué corteza la de esos viejos!
Quietos, 

como ramas que le susurran
/a la brisa 

calman su sed
/con la orden más mínima.
Pero es mientras les hierve la sangre

por el costo de cada una de sus cenas.
Aunque dulces cápsulas de rayos de sol,
y hablar de las plantas
mecer al mar, la luna,
e incluso el timón en las aguas picadas...
Y los niños divirtiéndose, del sueño
o hasta hablar de una de sus parejas futuras,

mientras que las niñas
escuchan unos ojos que huelen a su piel...
Rugen.

Hay locos de día,
porque nunca un desierto calma la temperatura.

Ay de estos hombres, zambullidos,
como en la cascada, totalmente aturdidos.

Hay locos de noche, y de noche velan
la población cansada, y hay apetito,

pues están tuestos, tuestos, tuestos...

Ay, quienes se sabe que no vuelven por la misma puerta
nunca jamás, pero cantamos de pájaros
lenguas enfrentadas, lenguas de la piedra,
cantos de la fuerza, como en la cascada, 
aturdidos: y fatigados, y ya desfondados,
aun ajados algo empecinados,
/respirando, por ahí,
cada uno, y todos solos, 
/quienes recuerdan, apenas un poco,
al sudar,
mientras el viento,
que pasa
y roza la cara.